Y qué difícil es subir la montaña, empezar a caminar por una senda tortuosa y estrecha que no sabemos dónde nos puede llevar. Qué duro, qué difícil es sonreír cada día, al menos para recordarte a ti mismo que sabes hacerlo, que sabes mostrar tu sonrisa preciosa al mundo; porque las sonrisas naturales son más bonitas que aquellas forzadas por una cámara Kodak, y porque a todo el mundo embellece una sonrisa cuando se da en el contexto adecuado o solamente por pensar en alguien que le ha dado "salsa" y "color" a tu vida.
Qué tormentoso, qué agotador, qué cansado, qué dificultoso, confuso, complicado, resulta a veces atreverse a seguir soñando, a seguir avanzando, cuando algo que no podemos controlar, un gran bache, una valla o cualquier factor externo se nos pone por delante, y nosotros nos rendimos una y otra vez pensando que nunca podremos llegar a la meta porque algo ha complicado nuestra existencia sin nosotros poder controlarlo. Cuando vives la presión por cualquier cosa que estás viviendo y no tienes otro remedio que soportarlo sin poder cambiar lo que vives, lo que sientes, lo que esperas, lo que haces, lo que sucede...
¡Dios mío, qué duro! Y sin embargo, en un momento puntual decidimos seguir adelante, pero no podemos, algo nos lo impide aunque sepamos que debemos avanzar porque hay que luchar y derrotar los problemas a los que nos enfrentamos. Simplemente porque todo acontecimiento en la vida probablemente... tenga algún sentido que no desconocemos y que en un futuro podrá ser el detonante que nos ayude a superar dificultades mayores, por eso...
"No hay mal que por bien no venga".
No hay comentarios:
Publicar un comentario