lunes, 5 de diciembre de 2011
Carta de Amor
miércoles, 31 de agosto de 2011
10 principios para un buen principio
viernes, 3 de junio de 2011
¡Qué complicado!
martes, 31 de mayo de 2011
Desconocidos
Ahora ya hace muchos años de eso, pero quizás no tantos, como para olvidarte y como para que me olvides. Hará dos días te vi con una chica, sí, pero nuestras miradas se volvieron a cruzar, nuestros corazones volvieron a latir uno al son del otro como si fueran uno solo. Te vi, me sonreíste, te sonreí y eso me alegró el resto del día, hacía tanto tiempo que no me pasaba algo así… hacía tanto tiempo que no sonreía… hacía tanto tempo que no te veía… yo seguía asistiendo a la facultad de psicología, pero al parecer tú te habías mudado de carrera, habías terminado una y ahora estabas en la facultad de filología, justo en frente. Me enteré de que te habías matriculado en filología hispánica y en ese momento no dudé ni un segundo en entrar a tu facultad e ir a buscarte y buscarte hasta encontrarte. Ojalá nos hubiésemos vuelto a ver aquel día en el que estuve toda la mañana buscándote por la facultad, tal vez fueras a horario de tarde o tal vez no tuvieras clase aquel miércoles lluvioso, o quizás estuvieras enfermo, no importa; porque, después de unos cuantos años que ya han pasado, sólo puedo decir, que aunque sólo sé tu nombre, desde el día en que te conocí estoy enferma, enferma de amor por ti, y tú y sólo tú puedes calmar esa inquietud, esa ansiedad que me provoca el tenerte tan lejos de mí, el solo hecho de que únicamente puedo contemplarte desde la lejanía y jamás podré darte la mano, ni probar tu suave aliento, ni compartir contigo todos estos secretos que tú no sabes pero que son sólo para ti.
miércoles, 25 de mayo de 2011
Te amo...
Salí como un terremoto de la biblioteca, tan rápido que no me percaté de que estabas sentado en uno de los bancos a la salida, si hubiera sido así, nuestras miradas nunca más se habrían cruzado, pero fue entonces cuando mi mirada cálida interceptó con la mirada fría y calculadora que siempre habías tendido, o al menos durante los últimos meses que ya no eras la misma persona que un maravilloso e inesperado día conocí.
Te vi, estabas solo, sentado junto a tu mochila y con tu bocadillo de jamón serrano y queso manchego en la mano, pero yo... seguí corriendo, posiblemente porque no quería mirar nunca más tu rostro a pesar de que te seguía amando... seguía preguntándome cómo había podido llegar a odiarte y a amarte tanto y tan a la vez, porque en mi corazón amor y odio se confundían. Pero, en lo más profundo de mi ser, en lo más profundo de mi alma, en lo más profundo de mi corazón y en todo lo que no era tan profundo (¿a quién quiero engañar? me pregunto mientras escribo estas líneas), verdaderamente te seguía amando, te seguía queriendo, quería seguir estando toda la vida a tu lado, porque me habías regalado momentos maravillosos, días maravillosos, situaciones maravillosas, también seguía confiando en ti, seguías siendo mi sueño todas las noches, mi amanecer todas las mañanas, mi almuerzo en la cafetería, nuestro café a medio día y nuestra merienda a media tarde: un café, un vaso de leche y varias pastas para ambos. Pero había algo que coincidía siempre, que se mantenía a pesar de todo, a pesar de nuestras discusiones, nuestras ganas de echarnos la culpa el uno al otro sin motivo aparente; lo común a todas las situaciones que vivíamos, era que siempre nos mostrábamos el uno al otro la misma sonrisa de enamorados, la misma complicidad de personas que tratan temas confidenciales, la misma inquietud por conservar aquello que tanto queríamos a nuestro lado y también por que nuestras expectativas de futuro juntos llegaran a buen puerto. Nuestras expectativas, nuestros seres, nuestras miradas, todo lo que éramos nosotros, tú y yo... se juntaban, se unían en una sola mirada que vislumbraba el horizonte más bello de un atardecer.
R.S.L.W.
sábado, 9 de abril de 2011
miércoles, 6 de abril de 2011
¿...?
Existen tantas preguntas sin respuesta que nos hacemos día a día... y el ser humano está tan lejos o tan cerca de descubrir la verdad... o de ver sólo y únicamente aquello que está delante de sus narices...
Nos hemos hecho tan escépticos, tan desconfiados unos de otros que pienso que el ser humano ha perdido su esencia. Ideas, pensamientos, valores, formas, maneras que existían o eran de mayor vigencia antes que ahora, su ausencia o no, están llevándonos al caos humanamente hablando, a creer en la “utopía”, a buscar la felicidad y la verdad en las cosas, los objetos… Pero, ahora bien, ¿Qué es la verdad? ¿Existe algo que sepamos que va a estar ahí EN CUALQUIER MOMENTO?
El ser humano es tan finito y a la vez tan infinito como le permite su mente, al igual que toda la atrocidad y catástrofe de que es capaz. Nos hacemos preguntas, filosofamos sin saberlo, nos preguntamos sobre el propio sentido de la vida, ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo es posible que no existan dos personas totalmente iguales con los miles de millones que somos? ¿Por qué somos así? ¿Por qué somos tan diferentes unos de otros? Posiblemente la respuesta esté en la genética, en el ambiente, pero… ¿Sólo la genética y el ambiente forman parte del ser humano? ¿A dónde vamos a llegar? ¿Es verdad que el ser humano está en un callejón sin salida, que él mismo es capaz de sacarse de ese vacío pero no es consciente de ello…?
Sólo nos falta ser inmortales… y… ¿de qué nos serviría la inmortalidad…?
R.S.L.W.